- Te garantizo que no te haré daño.
- ¿Quién eres tú?
- ¿Quién? Quién es solo la forma de la función qué, ¿y qué soy?
Un hombre con una máscara.
- Sí, eso ya lo veo.
- Naturalmente. No cuestiono tu capacidad de observación, simplemente
señalo lo paradójico que es preguntarle a un hombre enmascarado
quién es.
- Ah... bien.
- Pero en esta noche tan prometedora, permíteme que en lugar del banal
sobrenombre sugiera el carácter de esta dramatis persona.
Voilà!
A primera vista, un humilde veterano de vaudeville en el papel de
víctima y villano por vicisitudes del destino. Este visage, ya no
mas velo de vanidad, es un vestigio de la vox populi, ahora vacua,
desvanecida. Sin embargo, esta valerosa visión de una extinta
vejación se siente revivida y ha hecho voto de vencer el vil veneno
de estas víboras en avanzada que velan por los violentos viciosos y
por la violación de la voluntad.
El
único veredicto es venganza; vendetta, como voto, y no en vano, pues
la valía y veracidad de esta un día vindicara al vigilante y al
virtuoso.
La
verdad, esta vichyssoise de verborrea se esta volviendo muy verbosa,
así que solo añadiré que es un verdadero placer conocerte y que
puedes llamarme V.
- ¿Eres una especie de maníaco?
- Estoy seguro de que eso dirán. Pero, ¿con quién, si no es
indiscreción, hablo?
- Me llamo Evey
- ¿Evey? Con V. Claro, como no.
- ¿A que te refieres?
- A que yo, al igual que Dios, ni juego al azar, ni creo en la
casualidad.
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