lunes, 8 de junio de 2015

El Club de la Lucha

Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, no hemos sufrido una gran guerra ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock. Pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados.

jueves, 4 de junio de 2015

El gran dictador

Lo siento.
Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio. No quiero gobernar ni conquistar a nadie, sino ayudar a todos si fuera posible. Judíos y gentiles. Blancos o negros. Tenemos que ayudarnos unos a otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacerlos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos. La buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las almas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas.
Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco.
Más que máquinas necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.
Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.
Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.
El odio  de los hombres pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá.
Soldados.
No os rindáis a eso hombre que, en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen lo que tenéis que hacer, que pensar y que sentir.
Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquinas, con cerebros y corazones de máquinas.
Vosotros no sois máquinas, no sois ganado, sois hombres. Lleváis el amor de la humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo lo que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.
Soldados.
No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: "El Reino de Dios está dentro del hombre, no de un hombre, ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres..." En vosotros, vosotros el pueblo tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, vosotros el pueblo tenéis el poder de hacer esta vida libre y hermosa, de convertirla en una maravillosa aventura.
En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres trabajo, y de la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Con la promesa de esas cosas, las fieras alcanzaron al poder. Pero mintieron; no han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer nosotros realidad lo prometido. Todos a luchar para libertar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.
Luchemos por el mundo de la razón.
Un mundo donde la ciencia, donde el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.
Soldados.
En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.

El indomable Will Hunting

- Tal como yo lo veo, la cuestión no es por qué deberías trabajar para nosotros. La cuestión es ¿por qué no?
- ¿Por qué no debería trabajar para ustedes? Pregunta difícil, pero intentaré responderla...
Imaginemos que empiezo a trabajar y me ponen un código sobre la mesa, uno con el que nadie puede.
Yo intento descifrarlo y lo consigo, y me siento satisfecho porque he hecho bien mi trabajo, pero a lo mejor ese código era la situación de un ejército rebelde en el Norte de África y en cuanto han localizado su escondite bombardean el pueblo donde se esconden los rebeldes; mueren 500 personas a las que no conocía y con las que no tenia ningún problema. Luego los políticos dicen: "enviemos a los marines para asegurar el área", aunque les importa una mierda, no serán sus hijos los que vayan a morir, los suyos tienen recomendación y se pegan la vida padre en la Guardia Nacional. Será un chico de Southie al que le llenaran el culo de metralla, y cuando vuelva descubrirá que la planta en la que trabajaba ha sido trasladada al país del que acaba de volver, y el tipo que le llenó el culo de metralla le ha quitado el trabajo porque lo hará por 15 centavos al día y sin pausas para mear.
Luego el chico comprende que el único motivo por el que le enviaron allí fue para instaurar un gobierno que nos vendería el petróleo a buen precio. Y las compañías petrolíferas han aprovechado el conflicto para disparar los precios de la gasolina, lo que supone un hermoso beneficio para ellas, de modo que a mi colega no le ha servido de nada, así que se toman su tiempo para traer el petróleo nuevo y se toman la libertad de contratar a un capitán mercante borracho al que les gusta darle al Martini y hacer eslalom entre icebergs. A medio camino choca con uno, derrama el petróleo y se carga la fauna del Atlántico Norte. Mi colega está en el paro, no puede pagar la gasolina, va andando a buscar empleo y eso le putea, porque la metralla del culo le ha provocado hemorroides y está muerto de hambre, porque cuando va a comer el único plato del día que sirven es pescado del Atlántico Norte al aceite de motor.
¿Que qué me parece? Creo que puedo montármelo mejor.
Pienso, ¡qué coño!, ya puestos, ¿por qué no me cargo a mi colega? Le quito su trabajo, se lo doy a su enemigo, subo la gasolina, bombardeo un pueblo, mato a una foca a golpes, fumo maría y me apunto a la Guardia Nacional. Podría llegar a presidente...

El concursante

- Yo tengo gallinas y usted tiene un huerto con tomates, yo quiero tomates y usted quiere huevos ¿qué hacemos?
- Un intercambio.
- Un simple intercambio. Por ejemplo, un huevo por cada tomate.
Así eran las cosas al principio. Pero claro, a veces sus tomates eran mejores y a veces peores. O tal vez, yo quiera comprar un caballo y no tenga muy claro cuantos huevos necesito. Pero si usamos como referencia, por ejemplo, es un simple ejemplo: un poco de oro. El oro es bonito, brilla y no hay demasiado; es valioso. Así que podemos hacer una tabla de conversión. Si una docena de huevos vale lo mismo que una pepita de oro y un caballo cuesta cien pepitas, es fácil saber que un caballo vale lo mismo ¿qué?
- Cien docenas de huevos.
- Sencillo, ¿verdad? El oro se convierte así en moneda de cambio, para simplificar.
Ya no se puede comprar un caballo con huevos. Cambian los huevos por monedas y se acerca uno al establo.
Ese es el primer paso. Todo es más o menos igual que al principio, salvo que ahora necesitamos oro para comprar las cosas que no producimos: leche, carne, ropa, herramientas. En fin, la persona que inventó el sistema tiene un establecimiento, un lugar donde se almacena el oro y nosotros podemos conseguirlo.
El hombre es un altruista, claro. No quiere vendernos el oro, le basta con prestárnoslo. Por ejemplo, a mi me da diez monedas, para mi. Y me las deja en préstamo durante un periodo de doce meses. Sólo me pide un módico interés lógico, pongamos un 10%. Eso sí, él arriesga su oro y yo no arriesgo nada. Así que necesita una garantía para cubrir la posibilidad de que yo no cumpla mi parte del trato.
En su caso, si también quiere oro, hipotecará su huerto. Así que el hombre le presta diez monedas, ¿a cambio de sus zanahorias?
- No.
- No, usted sigue con sus tomates y sus zanahorias. No se tiene que deshacer de nada y puede seguir comerciando. Sólo tiene que devolver al banco once monedas al cabo de un año. Las diez que le prestaron más el interés. ¿Cómo lo hará?
- Tengo un huerto, puedo vender mis productos.
- Y tiene usted todo un año. Sólo si no cumple el banco se quedará con el huerto, ¿de acuerdo? No hay problema. ¿Hay problema? No hay problema. ¿Cuál es el problema?
Imaginemos que el banco posee una cantidad total de cien monedas de oro, que es la cantidad total de oro que existe. Cien monedas, ni una más. Además del hombre bueno existimos otras diez personas: usted, yo, un herrero, un par de ganaderos, una costurera... diez personas en total. Todos necesitamos oro para comprar y todos hemos pedido un préstamo. Diez monedas para cada uno, un total de cien monedas. ¿Se pierde?
- No
- Claro que no. El banquero nos ha entregado todo su oro, con absoluta generosidad y, ¿a cambio de qué? ¿un simple 10%? ¿una monedita por persona? Es justo.
- Pero...
- Eso es: pero. Según Pitágoras tenemos un problema. Si al cabo de doce meses hemos de pagar once monedas cada uno ¿de dónde las vamos a sacar? Once monedas cada uno son ciento diez monedas. Eso significa que hay diez monedas en intereses que nunca podrán pagarse. Nunca. Suceda lo que suceda.
No hay problema, el banco fue inventado para facilitar las cosas, no para complicarlas. Hay una solución razonable. No se preocupe. Devuélvanme los intereses, una moneda cada uno. Esperaré y el próximo año ya me devolverán la cantidad prestada inicialmente, las primeras diez monedas, en definitiva.
Adelante.
- Sin embargo, si devolvemos una moneda, nos quedarán nueve, nueve a cada uno. Así que si aún debemos diez monedas, al cabo de un año seguiremos con el mismo problema y, además, ¿tendremos menos dinero?
- Correcto. Una moneda menos que el año anterior. Si repetimos la operación durante diez años, y eso siempre que nos dejen pagar sólo el interés, en ese tiempo nos quedaremos sin nada, desaparecerá todo el dinero y, sin embargo, seguiremos debiendo el préstamo inicial. El banco habrá recuperado todo el oro, nosotros no tendremos nada y aún deberemos lo que nos prestaron al principio, cien monedas entre todos que, nunca podremos devolver porque sencillamente no existen.
Así que perderemos las tierras, los animales, los alimentos que hipotecamos como garantía al principio, hace diez años. En diez años el banco tendrá lo que tenía al principio más todas nuestras posesiones y nosotros no tendremos nada, absolutamente nada, con lo que en la práctica, nos habremos convertido en esclavos del banco y, ¿por qué? Por nada y a cambio de nada.

V de Vendetta

- Te garantizo que no te haré daño.
- ¿Quién eres tú?
- ¿Quién? Quién es solo la forma de la función qué, ¿y qué soy? Un hombre con una máscara.
- Sí, eso ya lo veo.
- Naturalmente. No cuestiono tu capacidad de observación, simplemente señalo lo paradójico que es preguntarle a un hombre enmascarado quién es.
- Ah... bien.
- Pero en esta noche tan prometedora, permíteme que en lugar del banal sobrenombre sugiera el carácter de esta dramatis persona.
Voilà! A primera vista, un humilde veterano de vaudeville en el papel de víctima y villano por vicisitudes del destino. Este visage, ya no mas velo de vanidad, es un vestigio de la vox populi, ahora vacua, desvanecida. Sin embargo, esta valerosa visión de una extinta vejación se siente revivida y ha hecho voto de vencer el vil veneno de estas víboras en avanzada que velan por los violentos viciosos y por la violación de la voluntad.
El único veredicto es venganza; vendetta, como voto, y no en vano, pues la valía y veracidad de esta un día vindicara al vigilante y al virtuoso.
La verdad, esta vichyssoise de verborrea se esta volviendo muy verbosa, así que solo añadiré que es un verdadero placer conocerte y que puedes llamarme V.
- ¿Eres una especie de maníaco?
- Estoy seguro de que eso dirán. Pero, ¿con quién, si no es indiscreción, hablo?
- Me llamo Evey
- ¿Evey? Con V. Claro, como no.
- ¿A que te refieres?
- A que yo, al igual que Dios, ni juego al azar, ni creo en la casualidad.

V de Vendetta

¡Buenas tardes, Londres! Permitid que, primero, me disculpe por la interrupción. Yo, como muchos de vosotros, aprecio la comodidad de la rutina diaria, la seguridad de lo familiar, la tranquilidad de la monotonía. A mí, me gusta tanto como a vosotros. Pero con el espíritu de conmemorar los importantes acontecimientos del pasado, normalmente asociados con la muerte de alguien o el fin de alguna terrible y sangrienta batalla y que se celebran con una fiesta nacional, he pensado que podríamos celebrar este cinco de noviembre, un día que, lamentablemente, ya nadie recuerda tomándonos cinco minutos de nuestra ajetreada vida para sentarnos y charlar un poco. Hay, claro está, personas que no quieren que hablemos. Sospecho que, en este momento, estarán dando órdenes por teléfono, y que hombres armados ya vienen en camino. ¿Por qué? Porque mientras pueda utilizarse la fuerza ¿Para qué el diálogo? Sin embargo, las palabras siempre conservarán su poder, las palabras hacen posible que algo tome significado y, si se escuchan, enuncian la verdad. Y la verdad es, que en este país, algo va muy mal, ¿no? Crueldad e injusticia, intolerancia y opresión. Antes teníais libertad para objetar, para pensar y decir lo que pensabais. Ahora, tenéis censores y sistemas de vigilancia que os coartan para que os conforméis y os convirtáis en sumisos. ¿Cómo ha podido ocurrir? ¿Quién es el culpable? Bueno, ciertamente, unos son más responsables que otros. Y tendrán que rendir cuentas. Pero, la verdad sea dicha, si estáis buscando un culpable, sólo tenéis que miraros al espejo. Sé por qué lo hicisteis, sé que teníais miedo ¿Y quién no? Guerras, terror, enfermedades. Había una plaga de problemas que conspiraron para corromper vuestros sentidos y sorberos el sentido común. El temor pudo con vosotros y, presas del pánico, acudisteis al actual líder, Adam Sandler. Os prometió orden, os prometió paz. Y todo cuanto os pidió a cambio fue vuestra silenciosa y obediente sumisión. Anoche intenté poner fin a ese silencio. Anoche destruí el Old Bailey para recordar a este país lo que ha olvidado. Hace más de cuatrocientos años un gran ciudadano deseó que el cinco de noviembre quedara grabado en nuestra memoria. Su esperanza era hacer recordar al mundo que justicia, igualdad y libertad son algo más que palabras; son metas alcanzables. Así que si no abrís los ojos, si seguís ajenos a los crímenes de este gobierno, entonces os sugiero que permitáis que el cinco de noviembre pase sin pena ni gloria. Pero si veis lo que yo veo, si sentís lo que yo siento y si perseguís lo que yo persigo, entonces, os pido que os unáis a mí, dentro de un año, ante las puertas del parlamento. Y juntos, les haremos vivir un cinco de noviembre que jamás, jamás nadie olvidará.